domingo, 11 de agosto de 2013

Vislumbrando la literatura infantil.

En la entrada anterior establecíamos la reflexión en torno a la literatura infantil y la dificultad para poder establecer de qué se trataba. Desde mi experiencia personal como docente, he descubierto que la literatura infantil se trata de todos las obras cuyo destino es principalmente el lector de poca edad y que, en definitiva, es al cual se busca cautivar desde los primeros años para ser convertidos en futuros lectores. Sin embargo, muchas veces me he dado cuenta de que la disponibilidad de libros dentro del plan lector de los establecimientos solo consigue producir una sensación de desvinculación, lo que se traduce en la nula intención de lectura por parte de los estudiantes. Sin lugar a dudas, esta es una situación que debemos cambiar, porque esto trae consecuencias que repercuten directamente en el nivel cultural de ñlos estudiantes.

Ahora, paulatinamente, podemos acercanos hacia un concepto más elaborado y complejo de lo que es la literatura infantil. Rosell (2002) ya indicaba el garrafal error que comenten algunos al asociar "literatura infatil" con cualquier libro destinado a niños: y cuando hablamos de cualquier libro, nos referimos a revistas científicas, históricas y literarias. Claramente, literatura no es cualquier cosa: es la creación de un mundo nuevo, donde existe un proceso de ficcionalización de la realidad a través de la lengua.


"Lo infantil en la literatura así definida está, insisto, no solamente en el lector, en ese conjunto de rasgos suyos que el autor debe identificar y manejar con soltura. Lo infantil es sobre todo una determinada sensibilidad –característica, pero no exclusiva del niño– que tendrá que ser realmente compartida por el escritor si quiere que su obra no sea un elemental acto de trasmisión de cultura y experiencia, una burda adaptación del discurso literario, sino la colaboración sincera y vinculante de su espíritu con aquellos que mejor capacitados están para comprenderle" (Rosell, 2002:4)

Rosell (2002) plantea esta sensiblidad por la cual el destinatario ideal es el niño, considerando también una serie de factores relacionados con el desarrollo posterior del lector. Por otra parte, la entrevista a Gemma Lluch nos menciona la obviedad del término: literatura o paraliteratura destinada a niños, aunque también puede estar relacionado con textos que no son pensados para los niños pero que, por afinidad temática, es leído por ese tipo de público. A esto último, podemos relacionar un tema cultural y de época, ya que temáticas que en la actualidad pueden ser negadas para niños, en un futuro podrían ser pan de cada día. Sin embargo, es importante considerar que la literatura infantil también nos devuelve a mundos imaginarios.Por otra parte, "La literatura dirigida a la infancia resulta especialmente deudora del sistema de valores sociales en cada nuevo contexto. Con el cambio de siglo, la percepción social de los valores pareció entrar en una fase de inseguridad conducente a la nostalgia de la vuelta al orden y la tradición, a la que tampoco son ajenas las hadas de antaño" (Bodoc, 2010: 9). Considerando a esta autora, hace falta también recuperar el aspecto valórico que se puede rescatar en la literatura.

En conclusión, la literatura infantil es un espacio abierto a la lectura, por parte de niños, de los mundos creados a partir de la imaginación y en los cuales pueden incluirse desde su propia perspectiva, desarrollando sus habilidades de abstracción y, por sobre todo, de goce de su propio sistema lingüístico.






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